martes, 6 de marzo de 2018

Mi hermana de tres medallas



Mi hermana Marcia y mi hermana Maira
Hace unos treinta años atrás una maravillosa puesta de sol en Los Puertos de Altagracia, en el caserío Punta de Piedra, nos deslumbraba… estábamos mi hermana Marcia, mi novio Alejandro y yo disfrutando de la playa, nos estábamos bañando, jugando y contándonos historias divertidas, poco a poco fue subiendo la marea y no prestábamos mucha atención a ello o realmente no le dimos mucha importancia, hasta que nuestros pies no pudieron estar más de punta para mantener nuestras cabezas fuera del agua, ubicándonos donde permanecíamos a pesar de lo que estaba sucediendo.

Mi familia tenía casa en la playa y cada verano, es decir vacaciones de la escuela durante agosto nos íbamos a la casa de la playa, una casa cómoda y sencilla, pero muy acogedora, tenía un cuarto para cada grupo familiar con camas matrimoniales y literas para los niños, un gran comedor, terrazas con palmeras y matas de distintas frutas que podíamos comer durante el día, mis favoritas era la uva de playa y los mangos, tenía un gran patio y hacia la orilla de la playa, había espacio para jugar voliball y bolas criollas.
Mi mamá, mis hermanas y yo
Ese maravilloso lugar para la familia, encierra muchos cuentos y hasta leyendas propia de los pueblos de Latinoamérica que después les iré contando en estas crónicas de ayer y hoy. Eran cerca de las 6 de la tarde ya empezaba a ocultarse el sol y la marea subía y subía, a tal punto que nos percatamos que además estábamos lejos de la orilla, teníamos dos opciones nadar a la orilla rápidamente o nadar hacia el muelle que estaba más cercano… que paso?

Decidimos por el muelle, estaba muy cerca y el oleaje nos empujaba hacia esa ruta. Pero como pudimos brazeamos, a la que más le costaba era a mí, nunca había aprendido a nadar solo a flotar y yo medio flotaba y nadaba, pero poco a poco a pesar de la fuerza del oleaje alcanzamos llegar al muelle y allí comenzó la tragedia.
Todo nos sostuvimos y nos arreguindamos a los troncos del muelle, y de repente volteo a ver a mi hermana y ella empezaba a llorar, sin bulla ni ruido, pero lagrimones corrían por su rostro, era la misma cara de cuando estaba chiquita y no se quería quedarse en el colegio, no lo hacía de manera escandalosa pero sí muchos sollozos, y me preocupe, mire a mi novio y él también la miraba abstraído ante su conmoción.

Marcia, que te pasa? Por qué lloras? Tienes un calambre, dime? Mi hermana seguía llorando y me dijo… No puedo más! Estaba cansada y asustada… mi hermana de tres medallas como campeona de natación en su academia y en las competencias de la región, estaba cansada y aterrada. Pensé es la reina del agua estancada, solo de piscina! Sus brazos y su temple no servían para el mar… pero el agua seguía subiendo y teníamos que resolver y le grite: No importa! Solo tenemos que subir al muelle y listo! Estamos a salvo… tranquila,  tranquila. Rápidamente volteé y le dije a Alejandro sube tu primero y la subimos a ella.

Así fue, él subió con dificultad, el moho acumulado en el muelle era abundante, totalmente baboso y entre verde negro con un olor a envejecido y con una textura rocosa y áspera muy desagradable, pero lo logró. Una vez arriba nos advirtió que era más rápido por el otro lado que colgaban unos cauchos que servían de amortiguación a lanchas y pesqueros.

Le tocaba a mi hermana y ella seguía en shock llorando y llorando, pero debíamos actuar, le di un jalón muy fuerte que le hizo tragar agua y la arrastre hasta los cauchos colgantes y coloque sus manos sobre el caucho y allí si grito: Noooooo! Esto es lo que no quería me da Ascoooooo, el moho, no lo quiero tocar, no quiero, no puedo, no puedo.

Mi novio comenzó a preocuparse con esa reacción, como resolver, teníamos que subir y tuve que actuar con mucho aplomo y tenacidad, le solté las manos y se las di a él para que la agarrará y me sumergí para empujarla desde las caderas hacia arriba, para que él pudiera jalarla, fue una acción agonizante, pesaba en demasía y su resistencia no contribuía… pero logré impulsarla, el jalón la colocó sobre el muelle de manera aparatosa, se golpeó toda y rodo por la superficie como si hubiésemos sacado un pez grande, quedo en posición fetal, en agonía aun llorando como el ser más indefenso del mundo. No existía más nada a su alrededor solo su miedo.

Venía yo, la marea subió tanto y con fuerza que me golpeaba contra el muelle y no me permitía agarrar la mano de mi novio para subir… yo estaba en peligro, el agua me jalaba y me alejaba del muelle en cada golpe y comencé a gritar por desesperación y mi novio también. En una oleada me impulse hacia el muelle y él logro agarrarme, nos aferramos él uno al otro y al fin pude colocar mi pie sobre uno de los cauchos y lanzarme hacia el muelle. Cuando subí mi novio me dio un abrazo fuerte intenso, de esos que te demuestran el amor que sienten por ti, pero sobre el susto de perderte sin posibilidades de salvarte.
Cuando levante la cabeza y mire mi hermana seguía tendida sobre el muelle en la misma posición fetal como acurrucándose a sí misma, sumergida en sus miedos e impotencias. Yo la miraba y volvía a decirme… mi hermana de tres medallas!
Nunca vio lo que sufrí para subir, lo que vivía mi novio en su ansiedad por salvarme, los segundos o minutos de tensión, el dolor… el dolor era su dolor, su estructura profunda removiéndose por dentro, su marea que la ahogaba, su susurros involuntarios que salían a la superficie a ahogarla en sus propias penas.

Mi novio y yo nos levantamos, nos acercamos a ella, la levantamos los dos sin decir ni una solo palabra, dejándonos secar por la brisa fuerte y fría de las primeras horas del anochecer y ella se dejó llevar, sin saber por quién. Al llegar a la casa y mi mamá la vio atontada, rasguñada, aun en sollozos, preguntó qué había pasado y  yo le dije: nada, solo se asustó porque subió la marea y tuvimos que esforzarnos por llegar a la orilla y mi mamá dijo en voz alta: y las tres medallas? Pero bueno, tú no eres la campeona de natación!
Así quedó mi hermana Marcia como la audaz nadadora de piscina que una marea recrecida puede ahogar en sus propios temores.
Mi hermana Marcia y yo

1 comentario:

  1. JAJAJJA MUY BUENO el miedo era por moho hasta la fecha no lo he podido superar

    ResponderEliminar