Todos los fines de semana de mi infancia y
adolescencia los pasaba en casa de mi abuela materna: Mami Camila. La casa
queda en la avenida 14 de la ciudad de Maracaibo, es una casa grande y amplia,
con muy buena iluminación y una distribución apropiada, la casa fue creciendo y
yo con ella, hasta transformarse en lo que es hoy. Primero le decían la casa
del señor Gumersindo y la señora Camila, otros la casa de la avenida 14,
después la casa de Las Gutiérrez para referirse a mi mamá y mis tías, y
finalmente la casa de mami.
Como decía la casa fue creciendo como la familia,
eran seis hermanos que se casaron y tuvieron sus hijos, y llegaban los nietos y
estos nietos a su vez tuvieron hijos y llegaron los bisnietos a la casa de
mami.
Mami, es decir mi abuela materna, la mamá de mi
mamá siempre fue una mujer sencilla, pero elegante, y así la describía la
gente, de hecho, le decían Doña Camila, por la actitud altiva que siempre tenía
mi abuela, de lo cual no tenía nada de eso, porque más bien era muy tímida y
reservada, quizás por eso actúa de esa manera, para mantener o marcar una
distancia con las personas. Pero mi abuela se distinguía, porque siempre se
veía muy bien, y sobresalía entra tantas otras señoras, en reuniones, en el
supermercado o al ir a un restaurant.
Mi abuela era de origen humilde, su madre trabajo
para grandes casas en Maracaibo, como asistente de limpieza o algo así, porque
mi bisabuela nunca lo explico bien, lo cual le permitió compartir con gente
adinerada y llevar a sus niñas mi abuela y su hermana, a esas casas, y ellas
aprendieron buenos modales y asuntos protocolares. Mi tía Carmen, hermana de mi
abuela, no los asimilo mucho, pero mi abuela sí, y le dio importancia en su
vida, y en las nuestras, en su casa todo tenía un orden, un horario, un comportamiento,
casi que mi abuela y el Manuel de Carreño eran lo mismo. Pero que no se veían
como normas, sino como un estilo de vida.